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Lotería de Boyacá

A rey muerto, rey puesto

El pasado 22 de agosto la colectividad del Centro Democrático oficializó la postulación de Miguel Uribe Londoño, padre del fallecido Miguel Uribe Turbay, como precandidato a la presidencia de la República. Parece un paso natural, se necesita alguien que llene el vacío que dejó la muerte del senador en la derecha colombiana.

Lo que llamó la atención fue la forma tan sistemática, fría y calculada de hacerlo, más aún en medio del funeral de Miguel Uribe. Con el cuerpo aún tibio, se anunciaba la postulación de su padre, camino a la presidencia de la República, con una prisa sínica y descarada. 

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Es verdad que cada cual gestiona su dolor de la manera que puede, tal vez, la familia de Miguel aprendió a hacerlo a través de la política, tal vez faltaron los pendones a la entrada de la cámara ardiente, y los botones a la salida.

Lo más triste es que hemos aprendido a normalizar el utilitarismo de todo, de la tristeza, de la alegría y del dolor. Todo debe ser un medio para un fin, no podemos detenernos a reflexionar sobre lo que la violencia misma nos hace como sociedad, se debe, inmediatamente, pasar a la venganza y a la confrontación visceral y sin argumentos.

Antes de siquiera pensar en las causas y responsables de la muerte de Miguel Uribe, sus mismos familiares con ligereza levantan los dedos para señalar y acusar bajo una premisa que el mismo padre de Uribe dijo en medio del funeral: “Tenemos una oportunidad única de frenar esta locura el próximo año. No la desaprovechemos”.

Utilizar la muerte como caballo de batalla no es algo nuevo, luego del atentado que le quitó la vida a Luis Carlos Galán en el año de 1989, fue César Gaviria quien tomó sus banderas y para sorpresa de nadie ganó las elecciones, ya que recogió el sentimiento de dolor y desesperanza que envolvió al país en aquel entonces, aunque su gobierno ‘ciertamente’ no brilló por haber retomado las premisas e ideales que la muerte de Galán dejó en el aire.

Es muy probable que lo se busque, en esta ocasión sea repetir la historia, aunque esta vez, sin ideales ni bases políticas que lo sustenten.

Parece que Colombia está destinada a repetir su historia, a votar con la cabeza caliente, más desde el odio que desde la reflexión. Ojalá la muerte de Uribe Turbay no quede impune, pero tampoco se convierta en el instrumento de unos pocos que solo ven en la violencia un camino fácil al poder.

Por: Marbet Moreno

Facetas de Boyacá

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